domingo, 22 de marzo de 2015

Transición del capitalismo a nacionalsindicalismo.



Transición revolucionaria

  Se trataría de un cambio radical y repentino que no permita ni vueltas atrás ni frenos a causa de las dilaciones reformistas (en estas situaciones las vueltas atrás y las revoluciones a medias tienen siempre consecuencias mucho peores que cualquier otra alternativa). Debería constar de dos primeras fases, según el nivel de prioridad de las medidas, y otra de consolidación, aunque antes se haría necesaria una fase previa de preparación enfocada a garantizar el suministro necesario de materias primas, energía y alimentos (para lo cual sería preciso establecer las oportunas alianzas políticoeconómicas con los países que pudieran asegurarnos dichos suministros), así como a aumentar el ahorro interno y las demás medidas previas ya apuntadas en el modelo de transición reformista. Después de esta fase previa de preparación ya podríamos afrontar las fases de la transición propiamente dicha.

  • Primera fase (primeros días de la transición):

  A) Medidas previas de control del ahorro interno y de control de los mercados financieros (bloqueo temporal de cuentas no corrientes, suspensión de las cotizaciones en Bolsa, etc.)

  B) Supresión del pago de las rentas de los productores

  C) Autogestión inmediata de todas las medianas y grandes empresas, pero manteniendo los directivos temporalmente

  D) Nacionalización del sistema bancario y de los seguros

  E) Establecimiento de una política arancelaria proteccionista como precaución comercial

  F) Ajustes secundarios: Habría que tratar por separado las hipotecas de vivienda, las rentas de alquiler y los créditos al consumo, habría que adoptar medidas como el traspaso a la Seguridad Social de los planes de pensiones privados que dependen de ingresos accionariales; se compensaría a los pequeños accionistas y rentistas para evitar la enajenación de miles de acciones y obligaciones; etc.

Segunda fase (siguientes semanas y meses):

  A) Supresión del salariado

  B) Proceso de sindicalización de las empresas

  C) Estructuración del sindicalismo unitario vertical y territorial

  D) Pago de indemnizaciones a los antiguos propietarios a base de los beneficios que vayan generando las empresas

  E) Posible reducción del comercio con el exterior, reduciendo las importaciones y creando nuevos hábitos de consumo si es necesario (Krugman ha demostrado en 1990 que si se redujera el comercio mundial un 50%, la renta mundial sólo se reduciría un 2´5%)

  F) Creación de un impuesto sobre el uso de los activos de capital (para compensar la falta del ahorro por la supresión de los tipos de interés y para reducir la inflación)

Tercera fase:

  Sería en realidad una continuación de la segunda (incluyendo el nuevo sistema monetario –medida M de la transición reformista– como continuación lógica de la medida F de la fase anterior) y culminaría con la adopción de todas las medidas necesarias para completar el sistema nacionalsindicalista. Las consecuencias de esta transición revolucionaria en la primera fase no serían tan perniciosas como las de la reformista, pues no se da tiempo a los capitalistas a defenderse cuando aún están fuertes. Al día siguiente de la Revolución casi todos seguirían trabajando en lo mismo que antes y los directivos seguirían dirigiendo las empresas. Se seguiría fabricando y vendiendo como antes y sólo se quedarían en paro los capitalistas y los financieros. Los verdaderos efectos se empezarían a notar al final de la segunda fase, pero los instrumentos de poder y de control económico estarán ya en manos del Estado y del Sindicato. Un cambio similar al descrito Scheweickart lo ve como posible, pero no factible, si no se dan unas circunstancias revolucionarias. En una democracia liberal cuesta imaginarse tal perspectiva (ya se vio en la Suecia de 1976).

  Lo importante es que el pueblo desee el cambio y lo apoye. Un pueblo dispuesto a producir riqueza puede salir adelante por encima de todas las dificultades que, sin duda se le opondrán.

  En buena medida los problemas ya planteados se mostrarán de forma permanente, pero su incidencia será cada vez menor a medida que se superen las fases iniciales de la transición revolucionaria, pero dependería mucho de la hostilidad que puedan mostrar las demás naciones y los centros de poder económico mundial. Un hipotético bloqueo económico podría tener efectos desastrosos, especialmente si incluyese a los países que nos exportan energía y materias primas. Ello hace imprescindible buscar, antes de lanzarse al cambio revolucionario, las alianzas internacionales precisas para garantizar la viabilidad del cambio. Evidentemente ningún país de la Unión Europea o los E.E.U.U. estaría interesado en apoyar un cambio de sistema en España (si acaso en boicotearlo), pues sus intereses chocan con tal circunstancia. Sólo los países sin un interés directo en inversiones capitalistas en la economía española (más allá del interés meramente comercial) y que basen su política internacional en el respeto a la soberanía nacional de las demás naciones, podrían ser los aliados potenciales de una España nacionalsindicalista (sin que ello suponga identificación ideológica mutua, por supuesto, sino sólo alianza estratégica). Hoy por hoy las opciones de alianza estratégica internacional no son pocas, y pasan principalmente por los países de la alianza de los B.R.I.C.S. (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica y sus aliados, en gran medida de Hispanoamérica, lo que coloca a España en una posición privilegiada para buscar esa alianza), que es hacia los que entiendo que interesa reorientar nuestra estrategia de política internacional de alianzas.

  Sería preciso enfocar la política energética hacia la autosuficiencia, especialmente desarrollando las energías alternativas, pero hay que ser consciente de que, hoy por hoy, la autarquía es inviable. Tendríamos que intentar no marginarnos totalmente del comercio internacional (pese a que en buena medida posiblemente haya que hacerlo) y optimizar los recursos nacionales. Pero, la verdad es que no es posible establecer claramente todas las consecuencias económicas de la aplicación del nacionalsindicalismo en un medio hostil. Dependería ya de cuestiones de política internacional ajenas a la propia economía, pero con indudable incidencia en ella.

  Lo que no podemos cuestionar los falangistas, después de llegar a la conclusión de que el actual sistema capitalista es la causa de los principales males de la humanidad, del suicidio del planeta y de nuestra patria, es que la sustitución del capitalismo por un sistema económico más justo es una alta tarea moral absolutamente necesaria. Sostener otra cosa es un delito de lesa humanidad y contra España.

Por Jorge Garrido San Román

Extraído por SDUI de: "Nacionalsindicalismo como alternativa al capitalismo"

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