viernes, 24 de abril de 2015

Consignas de la Revolución

 

    Las JONS actuarán a la vez en un sentido político, social y económico. Y su labor tiene que resumirse en una doctrina, una organización y una acción encaminadas a la conquista del Estado. Con una trayectoria de abajo a arriba, que se inicie recogiendo todos los clamores justos del pueblo, encauzándolos con eficacia y absorbiendo funciones orgánicas peculiares del Estado enemigo, hasta lograr su propia asfixia. Para todo ello están capacitados los nuevos equipos españoles que  van llegando día  a día con su juventud a cuestas. Son hoy, y lo serán aún más mañana, la justificación de nuestro Partido, la garantía de su realidad y, sobre todo, los sostenedores violentos de su derecho a detener revolucionariamente el vivir pacífico, melindroso y burgués de la España vieja.

    Nuestra revolución requiere tres circunstancias, necesita esgrimir tres consignas con audacia y profundidad. Estas:

    1) SENTIDO NACIONAL, SENTIDO DEL ESTADO.- Incorporamos a la política de  España un propósito firme de vincular a la existencia del Estado los valores de Unidad e Imperio de la Patria. No puede olvidar español alguno que aquí, en la península,  nació la  concepción moderna del Estado. Fuimos, con Isabel y Fernando, la primera Nación del mundo que ligó e identificó el  Estado con el ser mismo nacional, uniendo sus destinos de un modo indisoluble y permanente. Todo  estaba ya allí en el Estado, en el Estado nacional,  y los primeros, los intereses feudales de los nobles, potencias rebeldes que equivalen a las resistencias liberal-burguesas con que hoy tropieza nuestra política.

    Hay en nosotros una voluntad irreprimible, la  de ser españoles, y las garantías de unidad, de permanencia y defensa  misma de la Patria las encontramos precisamente en la  realidad categórica del Estado.  La Patria es unidad, «seguridad  de que no hay enemigos, disconformes, en sus recintos». Y  si el Estado no es intérprete de esa unidad ni  la garantiza  ni la logra, según ocurre en períodos transitorios y  vidriosos de  los pueblos, es entonces un Estado antinacional, impotente y frívolo.

    Disponemos, pues, de un asidero absoluto. Quien se sitúe fuera de la órbita nacional, de su servicio, indiferente a la unidad de sus fines, es un enemigo, un insurrecto y, si no se expatría, un traidor. He aquí el único pilar firme, la única realidad de veras profunda que está  hoy vigente en el mundo. Se había perdido la noción de unidad  coactiva que es una Patria, un Estado nacional, y al recuperarla descubrimos que es sólo en su esfera donde radican poderes suficientemente vigorosos y legítimos para destruir sin vacilación todo conato de disidencia.

    Rechazamos ese absurdo tópico de que el pueblo español es ingobernable y anárquico. Estamos, por el contrario, seguros de que abrazará con fervor la primera  bandera unánime, disciplinada  y profunda que se le ofrezca con lealtad y brío.

    2) SENTIDO DE LA  EFICACIA, DE LA ACCIÓN.- Antes que a ningún otro, las JONS responderán a un imperativo de acción, de milicia. Sabemos que nos esperan jornadas duras porque no nos engañamos acerca de la potencia y temibilidad de los enemigos que rugen ante nosotros. Sépanlo todos los «jonsistas» desde el primer  día: nuestro  Partido nace más con  miras a la acción que a la palabra. Los pasos primeros, las victorias que den  solidez y temple al Partido, tienen que ser de orden ejecutivo, actos de presencia.

    Naturalmente, las  JONS sienten la necesidad de que en el plazo más breve la mayoría de los españoles conozca su carácter, su  perfil ideológico y su existencia política. Bien. Pero un hecho ilustra  cien  veces más rápida y eficazmente que un programa escrito.  Y nosotros renunciaríamos a todo intento de captación doctrinal y teórica si no tuviéramos a la vez fe  absoluta en la capacidad del pueblo español para hinchar de  coraje sus empresas. Pues la lucha  contra el marxismo, para que alcance y logre eficacia, no puede plantearse ni tener realidad en el plano de los principios  teóricos, sino allí donde está ahora acampado, y es presumible que no bastarán ni servirán de mucho las razones.

    Estamos seguros de que no se asfixiará nunca en España una empresa nacional de riesgo por falta de españoles heroicos que la ejecuten. Pero hace muchos años que el Estado  oficial se encarga de desnucar  toda tendencia valerosa de los españoles, borrando de ellos las ilusiones nacionales y educándolos en una moral cobarde, de pacifismo y renuncia, aunque luego los haga soldados obligatorios y los envíe a Marruecos  influidos por la sospecha de que batirse y morir por la Patria es una tontería.

    Necesitamos camaradas impávidos, serenos ante las peripecias más crudas. Nacemos para una política  de sacrificio y riesgo. Pues aunque el enemigo marxista se nutre de residuos extrahispánicos, de  razas que hasta aquí vivieron parasitaria y ocultamente en nuestro país con características cobardes, el engaño y la falacia de sus propagandas le han conseguido quizá la adhesión de núcleos  populares densos. Y el  marxismo no tolerará sin violencia  que se difunda y propague entre las masas nuestra  verdad nacional y sindicalista,  seguros de  la rapidez de  su propia derrota.

    El éxito de las JONS radicara en que el Partido desarrolle  de un  modo permanente tenacidad, decisión y audacia.

    3) SENTIDO SOCIAL, SINDICALISTA.- Nuestro propio pudor de  hombres actuales nos impediría hacer el menor gesto político sin  haber  sentido e interpretado previamente la angustia social de  las masas españolas. Las JONS llevarán, sí, calor nacional  a los hogares, pero también eficacia  sindicalista, seguridad económica. Fuera del Estado, a extramuros del servicio nacional, no admitimos jerarquía de  clases  ni  privilegios.  La Nación española no puede ser más tiempo una sociedad a  la deriva, compuesta de una parte por egoísmos sin freno, y, de otra, por apetencias imposibles y  rencorosas.  Las masas  populares tienen derecho a reivindicaciones de linaje muy vario, pero nosotros destacamos y señalamos dos  de ellas de un modo primordial: Primera, garantía de que el capital industrial  y financiero no tendrá nunca en  sus manos los  propios destinos nacionales, lo que supone el establecimiento de un riguroso control en  sus operaciones, cosa tan sólo posible en un régimen  nacional de sindicatos. Segunda, derecho permanente al trabajo y  al pan, es decir, abolición radical del paro forzoso.

    Es una necesidad en  la España de hoy liberar de las embestidas marxistas las economías privadas de los españoles. Pero  sólo en nombre de un régimen justo que imponga sacrificios comunes y consiga para el pueblo trabajador la estabilidad y satisfacción de su  propia vida podría ello efectuarse. Nosotros nos sentimos con fuerza moral para indicar  a  unos y a otros las limitaciones decisivas. Se trata de  un problema  de dignidad  nacional y  de disciplina. Si el mundo es materia, y para el hombre no hay otra realidad y poderío que el que emana de la  posesión de  la riqueza, según proclama y  predica el marxismo, los actuales poseedores hacen bien en  resistirse a ser expoliados. Pero el marxismo es un error monstruoso, y nadie puede justificarse en  sus normas.

    Nosotros, el nacional-sindicalismo, salvará a las masas españolas, no lanzándolas rencorosamente contra la propiedad y la  riqueza de los otros, sino incorporándolas a un orden hispánico donde residan y radiquen una vida  noble, unos servicios eminentes y  la gran emoción nacional de  sentirse vinculados a una Patria, a una cultura superior, que los españoles hemos de alimentar y  nutrir con talento, esfuerzo y dignidad.

    Sabemos que hoy en España la necesidad más alta es recoger y exaltar todos los heroísmos angustiados de las masas, que van entregándose, una tras otra, a experiencias demoledoras e infecundas. Habrá, pues, que hincharse de coraje, de razón  y de voluntad, y luego, a flechazo limpio, dar a todos  una orden de marcha, imperativa  y férrea, a salvarse, quieran o no, tras de la PATRIA, EL PAN Y LA  JUSTICIA, según reza la consigna  central y fundamental de las JONS.

Por Ramiro Ledesma Ramos,

Extraído por SDUI de: «JONS», nº 2, Junio 1933

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