domingo, 14 de junio de 2015

La Revolución Nacional-Sindicalista y los Trabajadores



Camaradas: 

Séame lícito, ante  todo, formular  una aclaración. Cuando me dirijo con la palabra abierta  y fraterna de camaradas a todos los que ahora me escucháis desde esos asientos o a través del micrófono,  no lo hago  pensando solamente en aquellos que son mis camaradas en virtud de su condición  de nacional-sindicalistas, camisas viejas o nuevas, sino especialmente pen sando en aquellos que son mis camaradas en virtud de su condición, simplemente,  de trabajadores. A todos, sin distinción alguna. A los que sienten con nuestra causa y a los que permanecen al margen de ella. A los que España ha ganado para su servicio, y a los que todavía no han sen tido la voz imperiosa de la patria en su conciencia. Pronunciaré hoy aquí palabras de guerra y palabras de paz.  Brindo a los camaradas de Falange  las palabras de guerra, porque ellas pueden servir de estímulo en la lucha. Brindo  a los enemigos las palabras de paz porque ellas pueden ser acaso una invitación a la concordia. Nosotros, la Falange, hemos trazado ante  la patria una ruta  revolucionaria de inusitada grandeza, hemos interpretado el destino de España como un largo  y glorioso camino,  ambicioso de leja nías y horizontes. Necesitamos para recorrerlo la compañía de todos los españoles, fundidos en unidad inquebrantable. Por eso Falange  no excluye a nadie de su llamamiento. Aspiramos a la conversión del enemigo,  y en nombre  de España ansiamos que el enemigo de hoy,  ganado para nuestra causa, sea el camarada de mañana.

Estamos haciendo la más profunda revolución que Europa haya presenciado jamás. Una revolución por España y para España. La  grandeza y la libertad de España son las metas últimas que esperamos alcanzar sobre ruedas de sacrificio y heroísmo. Es pues, un movimiento  que tiende a la salvación de una patria, no a la mejora material de una clase,  una región, una casta o un grupo.  La  Falange  no es un partido de demagogos. No  es ni siquiera, en realidad, un partido Es eso: una Falange  movilizada. Su propio nombre  esconde su única definición posible.  Por eso,  porque no somos hombres de partido ni heraldos de demagogia, no podemos decir a los trabajadores que haremos para ellos la revolución. No. No  hacemos la revolución para ningún sector  de la patria, por numeroso  que sea. La hacemos por la patria entera, superior  a todos los sectores que la integran  y síntesis de ellos. Pero  junto a esta  honrada verdad proclamamos la verdad complementaria. Tampoco hacemos la revolución para las otras clases, para las que han regido desde hace doscientos años los tristes destinos españoles. Venimos precisamente  a negar que existan  clases, a negar su antagonismo y a poner fuera de la ley la lucha de clases en beneficio de los traficantes de la burguesía y de los traficantes del proletariado. Con tamos, para ello, en primer término,  con los trabajadores de España, sus tento de la economía, base de la producción y la prosperidad.  El  solo nombre  de “falange” alude a masa, cantidad, muchedumbre encuadrada en forma para la acción. Por esto  la Falange  cuenta  ante  todo con los trabajadores, y jamás organización alguna de cuantas han actuado en la política española soñaron producirse  ante  las masas populares con la leal tad y la honradez revolucionarla que nosotros, la vanguardia nacional-sindicalista  de la revolución española.

[...] Finalmente,  quiero hacer una referencia a las tres etapas  de nuestra empresa. Ella, nuestra empresa, nuestra obra, tiene tres momentos históricos que es preciso exponeros con tajante claridad. Son éstos: la guerra, la revolución, el imperio.  Ya  os he hablado extensamente de la guerra y su significado. Algo  hay que añadir, sin embargo. Algo  que vale la pena que sepáis, precisamente  los trabajadores.

Se ha interpretado frívolamente  la guerra española, diciendo que es la ofensiva contra el marxismo y la revolución. Tampoco agota el sentido de nuestra guerra, afirmar  que se  trata mediante  ella de salvar  la civilización occidental. 

No hacemos la guerra contra el marxismo. No  termina ahí el sentido de nuestra guerra. El  marxismo ha sido el enemigo que España ha encontrado en su resurgimiento  nacional y que en esta  guerra quedará definitivamente aniquilado. La  civilización occidental se  beneficia en nuestra  lucha, y España se  ha convertido en barrera infranqueable para la revolución marxista  que la amenazaba en sus cimientos. 

Pero estos objetivos que nuestra guerra cumple incidentalmente,  no son las direcciones entrañables y profundas de la lucha española. Nuestra contienda tiene un sentido  histórico más hondo,  más universal. Luchamos por nuestra revolución nacional-sindicalista, no para aniquilar a tal o cual enemigo,  ni para salvar  tal o cual cultura en decadencia. El  exterminio del enemigo y la salvación de Europa son en todo  caso  jornadas del camino,  no el camino mismo.  Las metas lejanas y reales están en el ser de España, en la propia intimidad de la patria. Luchamos por nuestra revolución, en primer lugar,  y en segundo lugar por brindar al mundo los postulados y el sentido moral y creador del nacionalsindicalismo.

Esa es la razón profunda de la guerra. Ahí radica su íntimo sentido. La  post-guerra, ultimará la revolución, conservando el nacional-sindicalismo en las instituciones sociales y políticas de España. 

Y después, realizada la revolución subsiguiente  a la victoria, abrire mos en el porvenir de la patria las rutas finales y gloriosas del Imperio. 

[...] Nosotros cantábamos un himno,  camaradas, en los tiempos revueltos y duros de 1933... No era el himno de alto  lirismo y entusiasmo ardoroso  que habla de los luceros y el amanecer. Pero  era también, un himno de enorme emo ción y poderoso acenso. Por primera  vez, a través de ese himno,  el viejo himno jonsista  de 1933, las juventudes de España entregaron estrofas imperiales a los aires libres de la patria. Un  leal camisa  vieja jonsis ta, el camarada Juan  Aparicio, la había compuesto  para España y sus jóvenes mejores. Decía así en su estrofa final: 

             Sobre el mundo cobarde y avaro, 
sin belleza justicia ni Dios,
          impongamos nosotros la garra, 
del imperio solar español...

Y en esos versos se  encerraba líricamente  todo el ser de la revolución nacional española. Para el mundo hacíamos la revolución. Para rescatarlo de su avaricia y su cobardía, es decir del materialismo agotador y estrecho de nuestro tiempo, hacíamos la revolución para renovar la historia del mundo,  para dar a Europa una nueva belleza, la sobria belleza de nuestro estilo,  y una nueva justicia, la justicia ejemplar  y revolucionaria de nuestro sindicalismo nacional,  y también para recordarle un Dios a la vez nuevo y antiguo, el Dios eterno de nuestros padres, el Dios de Juan  de la Cruz y de Miguel de Unamuno. 

Y todo esto, con brío legendario,  con furia hispánica,  lo brindábamos a Europa entonces y lo ofrecemos de nuevo a Europa en nuestro futuro  imperial, poniendo en la empresa un duro  amor  implacable. Haremos de ello misión y destino de España, a la vez proponiéndolo e imponiéndolo,  elevando fraterna y duramente en el porvenir del mundo, la garra de nuestro imperio solar,  o lo que es lo mismo,  fundando de nuevo en la tierra el solar de nuestro imperio. 

[...] La  Falange, que no ha prescindido jamás de los trabajadores, necesita  hoy de su concurso  para la triple tarea de los españoles: ganar la guerra, lograr la revolución y crear el Imperio. 

Y es por esto, por lo que me dirijo a un público obrero  en su mayoría, por lo que quiero cerrar mis palabras de hoy repitiendo una vez más ante  vosotros la consigna  de la movilización de todos los españoles, la vieja consigna de 1933, creada por el camarada Ramiro Ledesma, refrendada por el camarada José  Antonio Primo de Rivera, ausentes ambos, y presentes los dos en nuestro afán; impuesta  luego  para siempre por la espada victoriosamente  española de Franco(1): por la Patria, el Pan y la Justicia. 

                                                      ¡Arriba España! 

Discurso pronunciado por Santiago Montero Díaz en 1938

Extraído por SDUI de: Las JONS Revolucionarias 

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(1): Apoyó la primera época del Franquismo hasta que se dio cuenta de que bajo el Franquismo no se conseguiría la revolución Nacional-Sindicalista. En la segunda época se opuso al régimen. [Nota de la redacción de 'Soldados de Una Idea']

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