viernes, 27 de noviembre de 2015

Analfabetismo (neo)fascista



El analfabetismo y la hipocresía - y la demogagia también, ¿por qué no decirlo? - son, sin ningún género de dudas, el denominador común de los fascismos de post-guerra.

Huérfanos. Sin ningún referente político de una cierta talla intelectual - salvo, claro está, honorables excepciones que han pasado desapercibidas en este sub-mundillo, mal llamado «tercerista»; véase: el nazbol español Cuadrado Costa, el neo-spengleriano Yockey o dicho sea de paso, los italianos Claudio Mutti y Giorgio Freda-. Así se halla, mal que nos pese a algunos - aunque no seamos estrictamente fascistas -, el neofascismo.

Para más inri, la eterna sombra seductora de la derecha se ha encargado, si no por completo, casi en su totalidad, de hacer de una cosmovisión o ideología o como se quiera llamar, marcada en sus inicios por unas aspiraciones y un espíritu inconforme, antiburgués y anticapitalista - ¿Lo fue realmente? - en una triste y polvorienta colección de fachas trasnochados portando trapos y aullando consignas y eslóganes propios de su condición reaccionaria de homo economicus, es decir, de hombre moderno aburguesado camuflado o resguardado bajo la rojigualda y una foto del «enano».

A la vista están las devastadoras y previsibles consecuencias de este fenómeno que sufre, como ya he dicho, el neofascismo, y no sólo el español... Entre éstas hayamos: la clamorosa, por no decir insultante, falta de formación del militante medio que, por ejemplo, desgasta y vacía de significado inútilmente el término revolución, o Revolución, con mayúscula (como parece gustar a muchos) o el analfabetismo completo que se tiene sobre nociones económicas básicas y sistemas económicos alternativos al capitalista al que dicen combatir; el hooliganismo y el tribalismo chauvinista y racista generalizado que se ve reflejado en el escaso, por no decir inexistente, análisis de sucesos internacionales que son burdamente simplificados por ignaros lúmpenes que apelan a «RaHoWa's» (guerras raciales, o mejor dicho, delirios raciales) como fórmula mágica que soluciona todo - oigan, y tan fácil... -; la falta de coherencia y la hipocresía (pseudo)revolucionaria de algunos que no saben hacer otra cosa que utilizar como argumento dialéctico para prácticamente todo, la mal parida 'Constitución del 78' causante, por cierto, de muchos de nuestros males; el dogmatismo, ese enemigo acérrimo de todo conocimiento y pensamiento crítico, que demuestran muchos cuando ante la autocrítica y la evolución ideológica recurren a infantiles «palabras policía» o apelan a un supuesto «peligro rojo» - sí, la derechona, a estas alturas, sigue con la misma historia. Y esto es sólo una pequeña muestra de como esta epidemia del analfabetismo en los neofascismos se propoga, escondida bajo vaguedades y simplezas políticas ya muy manidas.

A ver si al final, después de todo, un dicho popular va a tener razón y «el fascismo se cura leyendo y el racismo viajando»...

Y para terminar, parafrasear a Ledesma Ramos, uno de los verdaderos (revolucionarios, digo), «quien sepa entender, que entienda».

Por Mario Montero

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