domingo, 27 de marzo de 2016

Seamos socialistas



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Seamos socialistas
Hay una diferencia fundamental entre la visión de los modelos semirrevolucionarios, que dicen que mientras las clases trabajadores y la clase obrera sigan atrasadass deben quedarse bajo tutela, pues no es razonable concederles más derechos de los que puedan ejercitar; y entre la visión revolucionaria verdadera, que dice que mientras esta clase sea la inmensa mayoría del pueblo, mientras sea ella la que construye la sociedad, quien lucha y combate cuando sobrevienen los peligros y la agresión exterior, cuando aparecen conspiraciones imperialistas, debemos habilitar todos los medios posibles para que esta clase sea capaz de ejercitar sus derechos y su libertad. Porque la clase obrera on puede llegar al nivel de capacidad y eficacia necesario para construir la revolución árabe, si no practica sus derechos con libertad. Puede  debe equivocarse para aprender con la práctica, para que surja en nuestra vida un espíritu y un calor nuevos; el calor del pueblo trabajador, el pueblo que está interesado en la independencia y la libertad, en la soberanía y en la unidad, en que se eleve el nivel de vida en nuestros países.
No podemos ser socialistas y proclamar el socialismo si limitamos el papel de la clase obrera, si lo censuramos, si lo miramos como si no fuera parte de nosotros ni nosotros parte de ella.
Somos parte de la clase obrera. Los socialistas verdaderos se consideran a sí mismos parte de la clase obrera. El verdadero gobierno socialista es el gobierno de la clase obrera, el que atiende más a las posibilidades de esta clase en el futuro que a sus defectos en el presente. El que considera lo que esta clase puede dar, forjar y crear en la vida de la nación, en el combate del destino, antes de los errores en los que pueda caer en la práctica, sus detalles y pormernores. Éste es el salto que se exige a la revolución, a la revolución árabe total y en cada una de sus regiones, porque en el pasado se detuvo a mitad de camino.
Ésta es la corrección radical y decisiva que ha de dejar su impronta en nuestra vida y nuestra actuación en los diez años próximos, para que nuestra revolución sea profunda y válida, capaz de corresponderse con los medios del enemigo y su enorme fuerza, para que así nos coloquemos en medio del camino de nuestro renacimiento.
Este salto consiste, precisamente, en cambiar la visión que se tiene del proletario y de la clase trabajadora. Reconocer primero sus derechos y exigirle después sus deberes. La clase obrera es consciente de sus responsabilidades históricas, pues no pide beneficios materiales o de consumo solamente, sino que con su instinto y conciencia nuevos siente que es la base de esta patria  de esta nación, que es ella quien va a salir a la calle, la que va a ir al frente el día del peligro. A ella pertenecen los luchadores combatientes En tiempos de paz, es ella la que construye con su sudor y esfuerzo los proyectos de desarrollo del país y de su industrialización, para llevarle del atraso al desarrollo y a la civilización.
No digo esto para que los obreros sientan orgullo y se envanezcan. No, no creo que el orgullo conozca el camino que lleva hacia nuestras clases obreras y populares. Las clases trabajadoras y populares son quienes sieten pasión por esta patria, quienes aman esta tierra; ellas son las que se sacrifican en silencio, las que en realidad creen en los valores patrióticos y humanistas, más que en el pan de cada día que luchan por conseguir.
Sacrifican de todo corazón hasta ese pedazo de pan cuando ven a su patria amenazada, sin necesitar consejos ni recomendaciones. Éstos deben dirigirse a las clases que no son capaces de valorar en qué circunstancias estamos, ni estimar que estamos amenazados en nuestra existencia como nación; ni de considerar, por tanto, que éste es un tiempo de privaciones y de preparación al combate, y que lo que debe darse a las clases populares, no es comodidad, sino los medios para que puedan construir la patria y defenderla.

Por Michel Aflaq, fundador del patido Ba'ath. 

Extraído por SDUI de El punto de partida

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